Penèlope sin Glamour
“Reciprocidad”: Del
latin reciprocitas, es la correspondencia mutua de una persona o cosa con otra.
Algo recíproco es aquello que se hace como devolución, compensación o
restitución. La reciprocidad puede asociarse con la frase “hoy por ti, mañana
por mi”, ya que implica hacer uno por otro, lo que el otro hizo por uno.
Hasta ahí la definición que encontré en Internet.
Este
término que es la vedete del Derecho Internacional con el que nos taladraba la
cabeza el Dr. Lamas y que así escrito resulta frío, es un concepto que para mi
está naturalmente asociado a los vínculos.
Ultimamente
es común que lleve el tema de la reciprocidad a terapia, termino que suelo
utilizar para graficar la desproporción que siento entre lo que doy en mis
relaciones y lo que recibo. Me pasa que me quedo con la sensación que me están
cagando…si, no encuentro un término mejor para definirlo, habitualmente doy (o
mejor dicho estoy dispuesta a dar) más de lo que recibo.
Es
importante aclarar que esta “proporcionalidad
vincular” (por llamarlo de alguna manera), sólo vive en mi cabeza y es un
concepto ignorado olímpicamente por el otro.
Esto se resume en la ecuación DOY EN DEMASÍA mas RECIBO POCO igual ME
FRUSTRO. Y si lo llevo un poco más allá (no sé de dónde), ME ENOJO y paso
seguido ME RETRAIGO al punto de dejar de relacionarme.
Esto
que así escrito ya luce absurdo es más llamativo aún en función de que la
mayoría de mis vínculos son de larga data, lo que me llevó a darle una vuelta
de tuerca a la teoría que enunciaría como “PORQUE ME BRINDO DEMASIADO TERMINO
AISLÁNDOME”. Y la vuelta que le encontré es la capacidad potencial del “ACTO HEROICO”, y que es la piedra sobre
la cual se sostienen los vínculos activos de mi vida.
La “capacidad del acto heroico” (a mi analista
le sorprende que use la palabra heroico), es otro de mis mimados conceptos
abstractos (y obviamente también ajeno al otro) por el cual yo creo que el otro
(al menos potencialmente) es capaz de realizar un acto de amor desmesurado por
mi persona. Esta especie de precepto (por demás engañoso) me permite “mitigar”
de alguna manera la sensación de frustración que me provoca la “desproporción
vincular”. Lamentablemente esta variable
se convierte en la ventana por la cual se cuela el error….ya que yo le otorgo
de manera unilateral y arbitraria al otro una capacidad que el otro puede o no
tener y me permite sostener vínculos que casi no se pueden clasificar como
tales, pues lucen más como una unilateralidad con interferencias de un tercero.
Y así
uno llega a sus cuarenta y tantos (a pesar de memorizar hasta el hartazgo el
dicho de la abuela “el espera desespera”), esperando como Penélope, tejiendo y
destejiendo teorías absurdas recibir lo mismo que lo que da…..o sentir que
eventual mente serías capaz de hacerlo.
PD: Dios existe….¿No es un milagro que un ser
como yo pueda vivir en sociedad?
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