Thursday, April 02, 2020

Despedidas inesperadas

Como siempre estoy llegando tarde, me atrasé con el último cliente que vi, le mandé mensaje diciéndole que estaba demorada con la esperanza que cancelara el encuentro pero me dijo que no importaba lo que tardara me iba a estar esperando.

Solíamos encontrarnos con cierta frecuencia para almorzar cerca de su trabajo, sobre todo cuando tenía que hacer trámites en el Registro de la Propiedad Inmueble que queda a pocas cuadras de su oficina. Pero esta vez y por una extraña razón que no llegaba a entender insistió en que nos encontráramos a la salida del trabajo en un coqueto café de Vicente López.

Me duelen los pies porque me puse zapatos nuevos y no logré amoldarlos en lo que va del día, ya no me queda ni una gota de maquillaje y no pienso hacer nada al respecto porque de alguna manera quiero que cuando llegue me vea la cara de fundida y se sienta un poco mal. Mientras estoy en mi última reunión hago una lista mental de posibles cenas rápidas para preparar cuando llegue a casa.

Es curioso que hayamos llegado a este punto con él teniéndo en cuenta que el día en que lo conocí me pareció un “Tincho histérico”. Era el peor cliente que me podría haber recomendado Gaby, pero era su amigo y quería que lo represente en un reclamo por un siniestro con su camioneta. Así fue que nos cruzamos por primera vez en una mediación y él siendo mi representado no podía contener su furia porque la otra parte no había concurrido.

Recuerdo perfectamente la conversación con Gaby donde le suplicaba que le recomendara otro abogado porque “NO ME LO BANCO” (fueron mis textuales palabras) a lo cual me dijo con una sonrisa de oreja a oreja “Bancátelo, tomátelo como un desafío personal, es un buen tipo, ya te vas a dar cuenta, seguilo vos, después me contás ….” Y se ve que nos conocía bien a los dos porque terminada la mediación (que duró meses y fue bastante compleja) habíamos vencido unas cuantas de las barreras que nos separaban y habíamos comenzado una amistad, algo complejo de conseguir para mi en mi vida adulta, ya que la mayoría de mis amigos me acompañan desde mi infancia.

Obviamente seguía pensando que era un Tincho de los que hablan con la papa en la boca, tanto que teníamos un acuerdo por el cual no hablábamos por teléfono salvo que fuera imprescindible porque me era bastante difícil entender lo que decía a no ser que lo estuviera mirando al hablar. Lo que si, había dejado de ser histérico y había comenzado a compartir su pasión por los viajes y los autos. También me contaba de su mamá (que parece que manejaba bastante rápido para su edad), sus hermanas y sobrinos y lo mimado y consentido que había sido como primer hijo y nieto varón que lo habían convertido en un chico bastante consentido. También compartió alguna que otra experiencia esotérica donde creía haberle torcido la mano a la parca que lo había venido a buscar antes de tiempo.

Parece que no llego más y cuando llegue no me voy a poder quedar mucho… mis hijos me están taladrando con mensajes de whatsapp desde “Por dónde estás Ma”, pasando por “Qué vamos a cenar” hasta “Se terminó el papel higiénico” y mejor que quede rollo de cocina porque no voy a llegar con tiempo de comprar papel de ningún tipo. Pero por alguna razón parece que el encuentro de hoy es impostergable y no puedo llegar a entender el porqué.

Él me solía preguntar por mis hijos, calculo que era una asignatura pendiente en su vida y yo trataba de contarle las ocurrencias de “mis retoños” de la manera más graciosa posible. También me preguntaba por mi vida amorosa, y yo le decía que era inexistente pero se divertía horrores con mis incursiones esporádicas en Tinder, porque cuando tenía un match con algún personaje bizarro le mandaba las capturas de las conversaciones para que se ría un rato. Yo sentía eso, que él esperaba nuestros encuentros con avidez porque justamente le hacía falta una cuota de diversión en su vida y quien me conoce, además de saber que hago stand up, sabe la capacidad que tengo para contar de manera entretenida vivencias propias y ajenas.

Estoy tan nerviosa y cansada que a metros del Café París me tengo que sentar en uno de los bancos que bordean las vías del tren para tomarme cinco minutos, psrs respirar profundo, resetearme y poner mi mejor sonrisa, porque las cosas se hacen bien o no se hacen.

Finalmente (tarde como lo había previsto) llego y está sentado en una de las mesitas de afuera, pegadito al cordón en la ochava, impecable como siempre como si acabara de plancharse la camisa (le tengo que preguntar que apresto usa), por contraposición con la mía que tengo pegada al cuerpo, en una mezcla de calor, nervios y el transcurso del día.

Como buen caballero educado en otra época se para para saludarme y correrme la silla pero cuando me acerco para darle un beso, como siempre apurada le pifio y termina en un pico. Me muero de vergüenza  y trato de hacerme la tonta, lo cual no me cuesta mucho y empiezo a hablar rápido de corrido y casi sin respirar de mis peripecias para haber llegado a ese punto a esta hora.

Me mira desde debajo de su flequillo, le brillan los ojos claros disfrutando de mi incomodidad y luego de hablar unas cuantas trivialidades se pone serio me agarra la mano (lo cual no había sucedido nunca desde que nos habíamos conocido) acercándose por sobre la mesa y tirando de mi mano para que haga lo mismo con voz grave, me dice que tiene algo para contarme, que no quiere que me entere por otra persona y pausadamente como si lo hubiera practicado mil veces en su cabeza me dice un “ME OPERO DEL CORAZÓN EL POCOS DÍAS Y ES UNA OPERACIÓN COMPLEJA”.

No sé que cara tengo … sé que me está explicando con lujo de detalles el proceso quirúrgico al que se va a someter pero no puedo prestar atención. Escucho partes sueltas, que siempre tuvo este problema, que era mejor hacerlo ahora que después, fractura de costillas, lugar donde iba a ser el procedimiento y que está absolutamente en paz con la vida, que si se tiene que ir no tiene asignaturas pendientes…

Y yo que no dejo de ser un animal de costumbres, no encuentro nada mejor que ponerme a hacer chistes con relación a ese tema tan grave, le digo que se asegure que no le vanyan a poner tetas, que no le van a quedar bien y que aproveche para hacerse un “recauchutaje” (usé exactamente esa palabra), entonces lanza una carcajada y me suelta. No importa que sea pleno enero cuando recupero mi mano está empapada y helada.

Me dice que soy divertida y cuanto disfruta nuestros encuentros, me dice que le gustaría algo más … que lo piense, que por unos largos meses va a estar confinado, de hecho usó la palabra cuarentena lo cual hoy en plena pandemia suena bastante premonitorio.

Le digo que él mejor que nadie sabe que yo hace 7 años que vivo evitando establecer lazos amorosos, que no es lo mío a lo que me promete que nuestra amistad va a quedar intacta, es más que vamos a ser mejores amigos aún.

Me tengo que ir, los chicos me esperan en casa, tengo que hacer la cena y me ofrece llevarme en su “chata nueva”, obviamente al despedirme me da otro pico, ahora sé que no hay error de cálculo alguno y media hora después recibo un mensaje suyo diciendo "Gracias por la maravillosa tarde que me hiciste pasar, nena".

Todavía no sé que va a ser la última vez que nos vamos a ver, pero al despedirme sé que ya no estoy nerviosa, enojada ni triste, que es verdad que quizás llego tarde, lo bueno es que siempre llego … si se me sabe esperar.

Thursday, June 22, 2017

Las manos perfectas

Y no derramó una sola lágrima... ahí desde toda su
humanidad y ante la mirada atónita del resto ni siquiera moqueó. El agujero enorme de su ausencia física lo puso triste sin duda, pero pocas veces en la vida había experimentado esa sensación de paz, de tarea cumplida.

Empezó a rememorar en su cabeza uno tras otro los momentos que habían compartido y eran tantos que era prácticamente imposible poner orden entre ellos.

Lo primero que pensó fué en sus manos, podía dibujarlas hasta el más mínimo de los detalles …..cómo no iba a recordarlas si las recorrió centímetro a centímetro desde cuándo?, ni podía ponerle principio a ese ritual que los mantuvo unidos a través del tiempo.

Cada viernes, con precisión inglesa llegaba a su casa con esa sonrisa de duende y mil historias de dudosa veracidad, pero llena de detalles jugosos que encendían la imaginación de ella y eran el aliciente que esperaba toda la semana.

Con el gran esmero y minuciosamente recorría uno a uno sus dedos ya demasiado maltratados por el reuma tratando de llevar algo de alivio a esas extremidades que el tiempo le había arrebatado gran parte de su movilidad. Quizás fueron esas manos agarrotadas imposibilitadas físicamente de acariciar las responsables involuntarias de convertir a ese nene en un adulto arísco... quién sabe?

El premio de tan apasionada tarea no se hacía esperar y consistía en cenar pizza, de una pizzería de barrio, de esas que son inclusive anteriores al asfalto (a quién se le puede haber ocurrido ponerle de nombre”La Corvina”?), esos negocios que quedan escondidos en pos de la desmedida urbanización. Tenía que ser de ahí porque era la única para la cual él no tenía que cruzar la calle lo cual lo hacía por un lado seguro y por el otro permitía que ese tesoro gastronómico llegara con el calor suficiente para deleitar los paladares de esta particular pareja.

Ardua tarea era ponerse de acuerdo en el gusto de la pizza, porque dos personajes tan distintos y complementarios eran difíciles de satisfacer a la vez, por lo cual la única manera de llegar a un acuerdo era sólo si compraban porciones de gustos variados, así de caprichosos eran ámbos.

Eso sí, había algo sobre lo cual ese pequeño no podía opinar y era sobre que íban a ver en la televisión ya que ahí la autoridad de ella se hacía presente y la única opción que él tenía era ver a Darío Vitori que desde el viejo televisor de tubo, en blanco y negro que mostraba imágenes de un señor entrado en años haciendose el galán con mujeres mucho menores y haciendo chistes de dudoso gusto y gracia en “Teatro como en el Teatro”. De todos modos poco importaba porque estaba ahí, estaba con ella quizás uno de los lugares más seguros en los que se había sentido en su corta vida.

En las mejores épocas y cuando no apretaba mucho el frío iban juntos al cine, a uno en Caballito, (cuyo nombre no recuerdo) y ya que estaban en la calle cómo no iban a aprovechar ir al “Cedrón” a cenar?... un lugar de culto para él con el paso de los años.

Pasó el tiempo y llegó el momento en el cual ella no podía vivir más sola y es así que la llevaron a un geriátrico de la zona, pero para entonces el niño ya no era un niño y siguió eligiendo visitarla, pero ahora ya no los viernes, sino los sábados por la mañana.

El ritual se modificó y él después de salir de ir a bailar y desayunar, pasaba a comprar algunos “manjares” para ella, aunque aún entonces no podía entender como le gustaba tanto el Paso de los Toros... y de allí a verla a ella que siempre lo esperaba a él con sus mil historias fantásticas y maravillosas. Lo que no cambió fue que siguió dormitando en la cama de ella ya que seguía siendo su lugar más seguro, y quizás sólo allí se permitía descansar.

Por eso, cuando a ella le tocó partir no había una sóla lágrima en él porque había contado todas sus historias y había comido todos los sandwiches de lomito (con tomate y provoleta) pero por sobre todas las cosas había dicho todos los te amo. Por qué iba a llorar?


Tal vez hoy que paso tanto tiempo, se le pianta un lagrimón, como dice el tango, pero no porque le haya quedado algo en el tintero.... quizás, sólo quizás se acaba de dar cuenta que desde entonces no volvió a sentirse en ningún lugar tan seguro como entre esas manos incapaces de acariciar el cuerpo pero que le abrazaba infinitamente el alma.

Sunday, June 05, 2016

La que espera desespera


Una de las cosas raras que me pasan de manera habitual es que se me pegan canciones y no me las puedo sacar por días de mi sistema..... y esta semana le tocó al tema “Ana y Miguel” de Mecano que estuvo metido en mi cabeza y pegadito al corazón.

No ha salido el sol y Ana y Miguel
ya prenden llamas.
Ella sobre él hombre y mujer,
deshacen la cama.
Y el mar que esta loco por Ana, prefiere no mirar,
los celos no perdonan, al agua ni a las
algas ni a la sal.
Y al amanecer, ya esta Miguel, sobre su barca,
"dame un beso amor y espera quieta
junto a la playa".
Y el mar murmura en su lenguaje, " maldito
pescador despidete de ella no quiero
compartir su corazón".

"ESTRIBILLO"
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y esperar y esperar de pie.
En la orilla a que vuelva Miguel.
Dicen en la aldea, que esa roca blanca es Ana.
Cubierta de sal, y de coral,
lo espera en la playa.
"No esperes más niña de piedra, Miguel
no va volver, él mar le tiene preso,
por no querer cederle a una mujer".
"ESTRIBILLO"
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y esperar y esperar de pie.
En la orilla a que vuelva Miguel.
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y esperar y esperar de pie.
En la orilla a que vuelva Miguel.
"Incluso hay gente, que asegura, que cuando hay
tempestad, las olas las provoca
Miguel luchando a muerte con él mar".
"ESTRIBILLO"
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y esperar y esperar sobre el mar
Y llorar y llorar y llorar por él.
Y esperar y esperar de pie.
En la orilla a que vuelva Miguel.

Es increíble la inconmensurable capacidad que tenemos todos (y en epsecial las mujeres ) de esperar que las cosas sucedan … con los otros, aún desafiando las leyes de la lógica.

Esperamos que crezcan, que maduren, que nos elijan ... que nos quieran.

Me pregunto que pasaría si usáramos esa cualidad para modificarnos a nosotros mismos, si en vez de esperar comenzáramos a aceptar. Quizás parezca sutil la diferencia pero en el ESPERAR uno difiere el éxito de la acción a un otro … aguardamos a que el otro haga algo, mientras que en el ACEPTAR (que significa recibir voluntariamente) hay un trabajo interno, al menos el éxito o el fracaso depende de uno mismo que es el que tiene que ejercitar la voluntad propia para poder recibir eso que (quizás) no queremos....

A esta altura me pregunto cuánto tiempo tardó Mahoma en darse cuenta de qué la montaña no iba hacia él  y no dejo de alegrarme que haya sido a él a quien le toco vivir esa experiencia ya que de haberme tocado a mi, me hubiera muerto ESPERANDO que la montaña se acercara.....#venidami

Sunday, August 30, 2015

Es tuya Juan

Cambiar de analista es en si mismo una molestia, todo el tema de volver a empezar, presentarse una vez más y sobre todo presentar las propias miserias, que están ahí molestando, y de las que uno por lo general no quiere hablar....
No hace un año aún, decidí hacer ese cambio en pos de variar el enfoque, quería saber si hablando los mismos temas con un hombre me sacaba al menos del lugar en el cual me encontraba empantanada. Y así medio protestando llegué a la primera consulta para encontrarme con una persona que en su momento me pareció bastante rara.

Nuestros primeros encuentros eran ásperos y yo sentía que me costaba mucho empatizar con él lo cual él parecía disfrutar bastante. De allí pasamos al duelo intelectual a ver quién era más inteligente, hasta que un día me paró el carro y me dijo que si no dejaba de intentar ganarle no íbamos a ir a ningún lado.
No puedo precisar exactamente cuándo, pero creo que fue desde ese momento en el cual nuestra relación se volvió más fluída y de ahí pasamos a tener largas charlas en donde además de hablar de cuestiones propias de la terapia conversamos a cerca de sus clases de pintura y mis clases de stand up.

Para entonces ya me empezaba a preguntar el por qué? en la tómbola de las posibilidades este tipo cayó en el casillero de ser mi analista en vez de mi amigo (tendrémos que hablar el temita de la transferencia?), porque creo que de haber sido otras las circunstancias....NO, definitivamente no habríamos sido amigos primero por la gran diferencia generacional (JA!) y otro poco porque él es demasiado puntilloso y yo soy demasiado irreverente e imagino que no me habría considerado digna de su amistad, mi desprolijidad no se la hubiera bancado.

Y así llegué a su puerta, con demasiados duelos para elaborar, muchos enojos para desarmar y poquísimas certezas. Lo cierto es que en este momento de la vida tengo la inquietud de si tendría que estar o no en pareja y eso es de lo que venimos hablando últimamente, de los distintos tipos de relaciones que uno puede establecer con el género opuesto en mi caso.

Hablamos de los amigos, de la suerte que tengo de tener a los mismos desde hace tantísimos años. De mi debilidad inconsciente por los hombres aún en la amistad pura y simple, y de mi manera de vincularme de una manera tan masculina, al punto que dos de ellos me llaman hace más de 20 años “Cacho”.

Hablamos de los amigos con derecho, un rubro que en general es despreciado por el género femenino, pero que tiene el encanto de cubrir muchas necesidades simultáneamente, que tiene sólo la contra de la temporalidad. Pero al fin y al cabo no son todas las relaciones temporales?....esta tiene la ventaja de que tiene la fecha de vencimiento a la vista y eso si, nunca y cuando digo nunca significa jamás se vuelve una relación de pareja.

En este derrotero de las posibles relaciones que una puede tener con el sexo opuesto llegamos a la de amantes, que sinceramente me cuesta definir, sobre todo por tener tan arraigada la categoría anterior.
Aquí toma las riendas Juan desde su altura física e intelectual y me pregunta con su habitual tono socarrón cuando cree que sabe algo que yo no.....”Vos sabés lo que significa la palabra amante?”, aclarándome previamente que la palabra en si misma tiene una connotación social disvaliosa errónea.
Yo también lo miro sobradora un poco de reojo sin querer dar el brazo a torcer y le digo........imagino que de todos modos me lo vas a decir vos ....no?
Y el como quien tiene el ancho de espadas en la última mano del truco me dice poniendo voz de locutor “Amante es el activo en el amor”
No puedo reprimir la risa, es más ni siquiera lo intento y le digo Juan, ese es el nombre de una murga!!!! , y la murga no me va, acordate que tengo problemitas de cadera.... así que como ya es la hora te dejo con los murgueros, que yo me voy con mi música a otra parte.


Saturday, January 24, 2015

En medio de la nada...

Estamos con un temita a resolver...hijo de se pasa a mi cama durante la noche....
Hemos realizado todo tipo de modificaciones en su cuarto, desde sistemas de ventilación, televisión, insalación de pc … y no hay caso...cuan boomerang aparece a las mañanas en mi cama.
Hablando con él del tema durante un almuerzo cualquiera le pregunto...."Qué más necesitás en tu cuarto para quedarte toda la noche en él?...y él sin inmutarse me contesta....”El amor de mamá”.

Mocoso irreverente, mi habitación está a escasos 8 metros de la tuya.... te pensás que hay alguna diferencia si estás en uno u otro lado?.... piensa un par de segundos y me dice......"Para mi que hace interferencia el baño..." (que separa a su cuarto del mío).  Siempre tiene una respuesta para todo.

Más allá de que el problema nos queda aún sin resolver, lo cierto es que me hizo reparar en el tema de las distancias, un concepto que con la desmesura de la utilización de las redes sociales se volvió un término no se si confuso o ambiguo.

Si bien es verdad que los medios de comunicación actuales acortan las distancias, paralelamente producen una sensación de falsa compañía que por momentos nos hacen sentir menos solos, pero que a la larga nos dejan absolutamente vacíos.

Hoy podemos (bah, vamos a poder cuando llegué el 4G? Ja) amanecer con una nota de audio de tu amiga que por whatsapp te cuenta el estado de la Panamericana, almorzar charlando por skype con tu hija que está de vacaciones en casa, sacarte una foto de tus tetas y mandársela a tu amigo con derecho a roce o tener sexo virtual con el chongo de turno, más todas las cosas que se te puedan ocurrir.......estando separados por kilómetros de distancia...o metros (mi hija me manda mensajes de texto estando dentro de la misma casa).

Por otro lado hace no mucho alguien me preguntó hace cuánto que estaba sola, y le dije que si bien socialmente hace un año....en los hechos hace tanto que estoy sola que ni siquiera lo puedo cuantificar.

Es tan loco el estar tan lejos y tan cerca al mismo tiempo que muchas veces nos hace ser quizás un poco menos humanos. Y si bien adoro el pseudo anonimato de mi notebook que me permite ser un poco más irreverente y lanzada que en la vida real.....lo cierto es que a mi no me alcanza.

No encuentro una forma más perfecta y vintage que terminar este post que como lo hiciera Pink Floyd con “I wish you were here”... así y todo arisco como sos, sin tocarte...con respirarte me basta.


Sunday, January 04, 2015

El LIMBO de la vida

Hace ya varios años (que rápido pasa el tiempo cuando uno se divierte) conversaba con el Dr. Amor a cerca de por qué no encontraba a la mujer adecuada para compartir su vida y recuerdo vágamente haberle dicho ….. no hay una escalera lo suficientemente alta para llegar a dónde lo llevó su EGO (everybody gots one)( en estas charlas profundas nos tratamos de Ud.) y ya saliendo de mi papel me despache con un “TENÉS LA VARA MUY ALTA”.
Este comentario le cayó entonces como un balde de agua fría ya que a pesar de haber pasado mucha agua bajo el puente él se seguía considerando un muchacho de barrio y me negó (no sin un poco de enojo) que las cosas fueran de esa manera.

Pasaron los años y seguimos hablando de los mismos temas existenciales y luego de un exhausivo scouting femenino de su parte me dijo “Sabe? Creo que puedo haber tenido razón en eso de tener la vara muy alta. #PUNTO PARA MI mientras replico retóricamente un “Le parece?”

Estoy convencida de que es así, no solo para él que lo acababa de exponer vívidamente, sino para cualquier otra persona que venga de una relación anterior y quizás, sólo quizás sea lo correcto.

La ardua tarea de buscar una pareja o compañero (término que me gusta mucho más) es como el limbo pero al revés.....y si estás leyendo este post, no hay chance de que no hayas intentado al menos una vez bailar el limbo.

Cuando uno comienza el camino de las relaciones de pareja, con unas pocas coincidencias nos alcanzan para intentar ir un poco más allá. Como vemos ahí la vara está ahí bien bajita justo al revés del limbo rock en el cual la vara arranca arriba.

En este supuesto, si las cosas no funcionan, habiendo tan poco en juego, uno siempre puede encontrar a alguien más compatible. Incluisive uno podía darse el lujo de seguir poniendo la vara abajo...quizás ya no tan abajo, pero aun accesible.

Si en el mejor de los casos la cosa funcionaba la vara debería ir subiendo balanceada por el crecimiento físico, emocional y psicológico de la pareja haciéndo que el obstáculo sea superable por los participantes alteradamente con mayor o menor dificultad para ambos.

Ahora bien a esta altura de la soiré, como dice otro gran amigo de “Cacho” y habiéndo tirado el palito infeliz tantas veces (muchas de las cuales nos dejó más de un machucón imborrable), es lógico que la vara esté no alta......ALTISIMA, y en muchos casos diría que hasta inalcanzable porque necesitamos tener muchas (muchísimas) cosas en común para permitirnos abrirnos al otro... e intentar algo de a dos.


Aunque ahora que lo pienso, para el limbo se necesitan por lo menos 3 participantes (dos que sostengan la vara y uno que pase por debajo) ... Espero que ese no sea el secreto de la maravillosa danza de la interrelación con el otro y deseo que a pesar de todo....no se nos quiten las ganas de seguir danzando.

Friday, December 12, 2014

A cuánto estamos de Pehuajó?

La altura del año, con sus despedidas, egresos, planificación de fiestas navideñas me enfrentan al inevitable balance de lo proyectado, en primer lugar para el año....y en segundo para la vida.
Con relación al año, creo que fue bastante positivo, pues me conformaba con poder sobrevivirlo y el hecho de estar escribiendo este post, es la prueba fehaciente de que lo he logrado y con creces....ahora cuando me pongo a pensar en lo que tenía planificado para la vida la cosa es un tantín diferente.

Trataba de poner esto en palabras a este gustito agrio emocional hablando con mi amigo Oscar, cuando se me ocurrió preguntarle: “Te acordás de los sea monkeys?” Lo cual fue sin duda una pregunta casi retórica, pues no puedo creer que alguno de mis congéneres ignore de que se trata.
Por suerte, esta vez decide no hacerse el pendejo y me contesta con un Si rotundo....”Cómo no me voy a acordar?”.
Contenta de encontrar ese punto de partida común, arremeto rápidamente con un: “Alguna vez viste uno?”, sin duda una pregunta capciosa, pues hasta ahora no he conocido ser viviente que haya tenido el placer/honor de comprobar la existencia de esos bichos, creados por el marketing setentoso.
Una vez más no me equivoco y tengo el tan preciado “No” como respuesta y es ahí donde le digo.....bueno, así es como me siento yo ahora, como cuando los sea monkeys aparecieron en mi vida.


Si le habré suplicado a mi madre para que me compre un sobrecito de esas maravillosas criaturas marinas que cobraban vida una vez sumergidas en agua.
Recuerdo también la expectativa que me generó el interminable proceso de la adquisición de los mismos, la limpieza de la pecera y la minuciosa lectura de las instrucciones que seguí al pie de la letra para llegar al resultado deseado.
También rememoro, no sin un dejo de ansiedad, los días posteriores, en los cuales volvía del colegio y corría desesperadamente a ver la pecera sin siquiera apoyar el portafolio (ya que en ese momento las mochilas sólo las usaban los boy scouts)
Puedo volver a experimentar la sensación de descontento paulatino que iba creciendo con el correr de los días en la misma medida en la que el agua se iba enturbiado, opacando mis esperanzas de presenciar el acto mágico del comienzo de la vida de estas (según la publicidad) simpáticas criaturas.
Recuerdo los imperturbables ojos de mi madre el día en el cual el agua comenzó a oler a podrido y con su rigidez germana decidió tirar por la pileta de la cocina lo que para ella era un poco de agua sucia, pero sin que fuera visible mucho de mi ilusión.
Será por eso que para intentar paliar mi descontento me comentó que posiblemente yo necesitaba una mascota un tanto más criada....o al menos que no viniera en un sobrecito, que inmediatamente me dispararon la efímera ilusión de tener un perrito, y digo efímera porque no tardó en llegar a casa Manuelita, que sólo para hacer honor a su nombre era una … tortuga.


Es curioso como cuarenta años después pueda experimentar la misma sensación de expectativa/ansiedad/fracaso/frustración, claro que ahora a la medida de mis (bien llevadísimos...ja!) 47 años. Lo bueno es que ahora me puedo guiar por la experiencia y sé que me tengo que tranquilizar esperando que aparezca la tortuga.....lástima que ahora también sé que caminan muy lento.