Wednesday, November 21, 2012

Penèlope sin Glamour


“Reciprocidad”: Del latin reciprocitas, es la correspondencia mutua de una persona o cosa con otra. Algo recíproco es aquello que se hace como devolución, compensación o restitución. La reciprocidad puede asociarse con la frase “hoy por ti, mañana por mi”, ya que implica hacer uno por otro, lo que el otro hizo por uno. Hasta ahí la definición que encontré en Internet.
Este término que es la vedete del Derecho Internacional con el que nos taladraba la cabeza el Dr. Lamas y que así escrito resulta frío, es un concepto que para mi está naturalmente asociado a los vínculos.

Ultimamente es común que lleve el tema de la reciprocidad a terapia, termino que suelo utilizar para graficar la desproporción que siento entre lo que doy en mis relaciones y lo que recibo. Me pasa que me quedo con la sensación que me están cagando…si, no encuentro un término mejor para definirlo, habitualmente doy (o mejor dicho estoy dispuesta a dar) más de lo que recibo.

Es importante aclarar que esta “proporcionalidad vincular” (por llamarlo de alguna manera), sólo vive en mi cabeza y es un concepto ignorado olímpicamente por el otro.  Esto se resume en la ecuación DOY EN DEMASÍA mas RECIBO POCO igual ME FRUSTRO. Y si lo llevo un poco más allá (no sé de dónde), ME ENOJO y paso seguido ME RETRAIGO al punto de dejar de relacionarme.

Esto que así escrito ya luce absurdo es más llamativo aún en función de que la mayoría de mis vínculos son de larga data, lo que me llevó a darle una vuelta de tuerca a la teoría que enunciaría como “PORQUE ME BRINDO DEMASIADO TERMINO AISLÁNDOME”. Y la vuelta que le encontré es la capacidad potencial del “ACTO HEROICO”, y que es la piedra sobre la cual se sostienen los vínculos activos de mi vida.
 La “capacidad del acto heroico” (a mi analista le sorprende que use la palabra heroico), es otro de mis mimados conceptos abstractos (y obviamente también ajeno al otro) por el cual yo creo que el otro (al menos potencialmente) es capaz de realizar un acto de amor desmesurado por mi persona. Esta especie de precepto (por demás engañoso) me permite “mitigar” de alguna manera la sensación de frustración que me provoca la “desproporción vincular”. Lamentablemente  esta variable se convierte en la ventana por la cual se cuela el error….ya que yo le otorgo de manera unilateral y arbitraria al otro una capacidad que el otro puede o no tener y me permite sostener vínculos que casi no se pueden clasificar como tales, pues lucen más como una unilateralidad con interferencias de un tercero.

Y así uno llega a sus cuarenta y tantos (a pesar de memorizar hasta el hartazgo el dicho de la abuela “el espera desespera”), esperando como Penélope, tejiendo y destejiendo teorías absurdas recibir lo mismo que lo que da…..o sentir que eventual mente serías capaz de hacerlo.


PD:  Dios existe….¿No es un milagro que un ser como yo pueda vivir en sociedad?