Mirame y no me toques
A riesgo de que mi escritura parezca
determinada por una cuestión climatológica, debo reconocer que el otoño ha impactado tanto en mi como a mi pequeña
compañía.
Por tercera vez aparece mi hija en la
cocina diciéndome que no se puede dormir porque tiene frío. Si bien
mi cabeza dice que aún no es el momento de prender la estufa pues el verano recién termina, lo cierto es que el frío de mi hija
es ajeno al calendario.
Con mi habilidad característica para
los menesteres hogareños, tardo unos cinco minutos primero tratando
de desentrañar los misterios del encendido del tiro balanceado y
otro tanto peleándome con el viento que se empeña una y otra vez de
apagar el piloto. Cuando logro encenderla reprimo un festejo, tipo de
gol pues mi pequeña (no tan pequeña) me mira con atención y
desconcierto desde su cama, hecha un bollito y tapada hasta su nariz con cuanta frazada
encontró en la casa.
Desgraciadamente he pasado por la
situación de intentar dormirme sin poder parar de tiritar, y en un
acto de amor supremo le digo a mi hija que me haga un lugar y me meto
con ella en la cama para que pueda tomar la temperatura adecuada para
poder conciliar el sueño. Sólo el lazo maternal puede lograr que
una persona friolenta como yo se someta a la experiencia de abrazarse
a un témpano de mis mismas dimensiones....con una sonrisa en los
labios.
La tomo como cuando era un bebé, sin
dejar de pensar en lo rápido que pasó el tiempo.....y en voz bajita
para no despertar a su hermano (que ya se había dormido inclusive
antes de el batifondo que hice para prender la estufa) le digo, te
das cuenta? Si la gente usara más bolsas de agua caliente (artículo
antiguo como pocos pero que más satisfacciones me ha dado), se
casaría menos....
Mi muñequita se duerme y empiezo a
juntar coraje para salir de su cama, evaluando seriamente quedarme
allí con ella, pero nuestras dimensiones corporales y la cama de una
plaza son un tanto incompatibles. Pienso que ahora me queda la ardua
tarea de hacer que mi cama deje de estar congelada y en cuánto me
gusta que otro haga esa tarea por mi.
Movilizada por este pensamiento al día
siguiente hago una pequeña encuesta en mi entorno y tristemente
descubro que la proporcionalidad que para mi hay entre el dar calor
y el amor, sólo existe en mi cabeza, que el resto de la humanidad
posiblemente preferirían darnos un riñón que ayudarnos a entrar en calor. Es
más yendo un paso más allá alguien me dice que calentarse los
pies con otro en la cama, está al nivel de los que se dicen "bichi" o "mamu" y se frotan las narices uno con el otro.....lo cual me parece una comparación un tanto extrema.
Y ahí me encuentro yo, a los pies de
mi enorme cama, como quien contempla el desierto del Sahara (de noche) mirando
al perro con cariño con ganas de decirle que se suba y pensando
simultáneamente que si lo hago es un camino de ida y no lo voy
a poder sacar más...
Creo que no me va a quedar más remedio
que comprarme una nueva bolsa de agua caliente (no tengo idea de
dónde la voy a conseguir) y agradecerle a Dios que algunas personas
nos encienden sin siquiera tocarnos...
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