Monday, October 07, 2013

Torquemada...un poroto

Llegando temprano como corresponde a cara lavada, en zapatillas y con el corazón galopando en el pecho me anuncio en el escritorio central donde una chica impecablemente uniformada y con una sonrisa digna de una publicidad de pasta dental me pregunta mi nombre, chequea mi celular y me dice que tome asiento en la sala de espera que llegado el momento me avisarán...

La recepción está íntegramente cubierta de marmol color natural y los sillones color manteca están acomodados de foma asimétrica a lo largo y lo ancho del lugar, donde alguna que otra mesita de madera oscura dejan ver pequeños y sobrios arrelgos florales blancos.

Por el lugar circula un hombre con un listado y un celular que habla ocasionalmente con una u otra persona para solicitar algo o responder de manera pedagógica (casi como para niños de 4 años) enmarcada en una sonrisa diseñada (seguramente a priori) acorde a las circunstancias. Lo escucho a lo lejos decirle en tono bajo a una señora que debe quitarse aros, anillos y cadenas para dejárselo junto a cualquier otra cosa de valor a su acompañante, y yo, silenciosamente y adelantándome al futuro como siempre comienzo lentamente a sacarme mis aritos (los que uso siempre) y los guardo cuidadósamente en el monedero de mi billetera, no sin reparar en lo diminutos que son y el temor que me genera perderlos.

Esporádicamente se abre una puerta lateral y sale una enfermeda enfundada en ropa celeste con cofia y barbijo blancos llamando a distintas personas que se acercan temerosas al misterioso portal para atravesarlo y no volver a salir por allí.

Aun no me llaman y no puedo evitar trazar un paralelismo mental con una imágen (por cierto) moderna del Purgatorio...un lugar acéptico cómodo, prolijo sin ser confortable, en el cual se espera algo en principio incierto...como ser juzgado. Me cuelgo pensando en una película vieja en la cual le pasaban a los protagonistas una película con los hechos relevantes de su vida y en virtud de ellos se determinaba si podían ir al cielo o no.

Me trae a la realidad un llamado ali celular que me solicita que acercarme nuevamente al escritorio central, donde la misma chica uniformada, con la misma sonrisa, me hace completar unos cuantos formularios y me coloca en mi mano izquierda una pulserita que contiene todos mis datos... me llama la atención que se me pueda identificar con tan poquitas letras y números.

Vuelvo a tomar asiento en la sala cuando el señor del listado y el celular me llama por mi apellido y con voz monocorde me repite literalmente lo que debo hacer con mis cosas de valor, y cuando le confirmo que ya lo hice me pide que ingrese por la puerta y al momento de hacerlo no puedo reprimir un “tengo que ir a la luz no?”, que evidentemente le desagrada a quienes allí esperan.

Una vez dentro va a mi encuentro la mujer vestida de blanco que me indica que la siga hasta un cuarto numerado mientras me explica que me va atraer una bolsa donde voy a poner toda la ropa que tengo puesta y que llegado el momento lo llevarán a mi cuarto (en el mejor de los casos). Me indica que debo vestir un camisolín perverso de tela clara parecido a un ponchito, y lo llamo perverso porque es imposible taparse el cuerpo completo con él … y convengamos que en este momento no estoy ironizando con el tamaño de mi humanidad pues creo que hasta el ser más diminuto debe serntir la misma angustia que yo al momento de pretender “taparse” con estos diminutos ponchitos maléficos. Pero convengamos que a esta altura de la soiré (como diría Sir Gerard) con horas de ayuno de por medio y la decisión de pasar por esta experiencia más que “masticada” una hace de tripas corazón y elige alguna parte en particular del cuerpo para ocultar, y el resto....que sea lo que Dios quiera. (eso si, la cofia que te tenés que poner en la cabeza es INMENSA, quizás el truco hubiera sido vestirme con ella)

Mientras me cambio, y casi ajena a mi pseudo desnudez aparece otra mujer más o meno de mi edad, también cubierta su boca con un barbijo y ojos vivaces que con una simpatía casi desmesurada se presenta como la anestesióloga y se mete de lleno a explicarme el procedimiento al cual seré sometida a la brevedad. Me pregunta una vez más (me lo preguntaron todas las personas que me hablaron desde que llegué) qué medicación estoy tomando, si soy alérgica a algo y cual es la cadera que me van a operar, a lo cual contesto ya mecánicamente en el siguiente orden: levotiroxina de 125, no soy alérgica a nada y la cadera es la izquierda. No conforme con mi respuesta me pide que constate una vez más los datos de mi pulserita identificatoria y que levante la mano correspondiente a la cadera que me van a intervenir. Por un momento me alegro de tener problemas en ambas caderas pues aunque se equivoquen entre una y otra, en cualquiera de las dos van a encontrar con que trabajar.

Me viene a buscar una enfermera con una silla de ruedas y me tomo mi tiempo para sentarme e intentar de taparme lo más que puedo para transitar de la manera más digna posible los metros que me separan de la sala de operaciones propiamente dicha. Y allá vamos.

Llegamos al quirófano (cuyo número no recuredo...negación?)y lo primero que veo es una mesa de operaciones, diseñada para permitir la apertura de las piernas.... lo más parecido a un aparato de tortura que vi en mi vida hacia la cual me acerca la chica de ojos vivaces invitándome a tomar asiento en ella, mientras se presentan un par de personas más y me someten repetidas veces al interrogatorio de mi medicación, las alergias y cadera correcta.

Es importante resaltar que a esta altura de los acontecimientos, semidesnuda, y sentadita con cara de susto en esa tortuosa mesa de acero inoxidable , lo mejor que me podía pasar era la anestesia...digamos que a falta de sexo y rock and roll me conformaba con las drogas, que por suerte hicieron efecto lo suficientemente rápido como para...............


BLANCO

Solo puedo abrir los ojos, estoy tapada casi hasta la nariz. Me toma algunos minutos recordar como llegué aquí. Miro a mi alrrededor y lo único que veo es gente en camillas con los ojos cerrados a mi derecha e izquierda. Sigo sin poder evitar mi alegoría con el tema de la muerte y pienso por un instante que es la morgue.....pero la parte racional de mi cabeza me alerta sobre la incoherencia de “abrigar” a un muerto......estan todos tapaditos, felizmente dormidos, espero....

Intento con mucha dificultad quedarme despierta hasta que aparece una enfermera a quien le pregunto la hora, a lo cual me contesta arropándome un poco más mientras me pide paciencia en mi espera por ser llevada a una habitación y decido hacerme la graciosa diciéndole no te preocupes, no tengo planificado ir a ningún lado (sobre todo porque no puedo mover las piernas), comentario que le causa la gracia suficiente como para acercarse a un mostrador cercano diciéndo: Por qué no se llevan a la de la cadera izquierda que ya se despertó?

BLANCO


Ya en la habitación, aun inmovil y cubierta (si, claro) por el ponchito perverso doy por terminada mi fantasía mortuoria dándo rienda suelta (sólo yo lo sé porque no se me mueve un músculo) a mi felicidad por el hecho de estar viva.......No obstante me tomo un minuto más para pensar que de haber sido juzgada hoy por mis hechos, creo que el peor pecado por el cual podría ser condenada sea el de no vivir cada día como si fuera el último.