Mucho dulce de leche empalaga...?
Hace
unos días hablaba con Guillermo (un adulto de mi misma edad con unas responsabilidades
bastante parecida a las mías) y él me contaba lo difícil que se le hacía
encontrar un espacio para él mismo y que se sentía como uno de esos
“malabarista de platitos chinos” (así se describió textualmente), sin
posibilidad de parar ni por un segundo con todos sus “malabares” simplemente
para descansar y continuar con su ajetreada tarea.
Desgraciadamente
para mi, conozco esa sensación y en virtud que tenía un día un tanto más
descansado, no me costó desplegar mi larga lista de lo que para mi son “espacios
personales”, deporte, clases de música, asados con amigos, etc.…. Y así como
quien no quiere la cosa y para terminar la conversación le digo, eso si, no hay
que abusar porque como decía mi mamá “MUCHO DULCE DE LECHE EMPALAGA”.
En
alguno de mis post anteriores conté un poco a cerca de las frases que
“iluminaron” mi infancia y pasé por esa
oración recitada con tanta frecuencia y fina entonación por mi madre, con una liviandad
en la que recién reparé al volver a usarla.
Lo
cierto, es que esa sentencia iluminó mi norte infantil y adolescente como una
brújula apuntando al norte y si bien de alguna manera, me mantuvo alejada de
muchos de los problemas característicos de la juventud……lo cierto es que visto
a la distancia me generaron algunas otras dificultades.
Una de
las más notorias es mi incapacidad casi natural (y digo casi porque fue
adquirida) para el disfrute. Tengo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para
aprovechar lo “bueno” que ofrece la vida, pues me aterroriza la posibilidad de
excederme en dicho disfrute, como si algo terrible fuera a pasarme por el
simple hecho de estar en una situación que no sea producto de una obligación.
Eso hace que me esfuerce de manera denodada en encontrar algo adverso en esa
situación para poder boicotearlo y no llegar al “empalago?”
Pero
ahora me pregunto, que es lo tan terrible del empalagarse? ….y acá me asalta la
imaginaria cara de asombro que usa Betina (mi terapeuta) por mi facilidad para
encontrar paralelismos entre cualquier cosa que sucede en la vida y mi mala
relación con la comida. Así es con la
dieta, un mínimo desliz, por pequeño que sea me hacen querer tirar todo por la
borda (de hecho ya lo hice algunas veces). Eso hizo que con relación a la dieta empezara a practicar
la flexibilidad, el poder desviarme un poquito del régimen estricto y poder
retomarlo. Lo mismo me sucede en otros órdenes de la vida pues permitirme un
recreo es una tarea titánica .Y no te cuento, si encima tenés hijos
manipuladores como los míos que se suman a tu propio dilema interno con frases
como “que ahora te vas y me vas a dejar solito?”, un auténtico Marco´s dixit
una de las pocas veces que decido a cenar con amigas.
En
definitiva no es ni más ni menos que un
problema de límites, las cosas difíciles o rutinarias, se imponen como límite
de manear natural, terminan en un punto. Así, por ejemplo, uno trabaja de 9 a 18 hs., de lunes a viernes.
En cambio en las situaciones de disfrute el límite lo tiene que poner uno y
ahí, justo ahí es donde la cosa se me complica (cuantas horas seguidas de
programas de chimentos podría ver sin parar?). Evidentemente me cuesta tanto
poner límites, que simplemente prefiero no exponerme a tener que ponerlos (si
mis hijos leen esto se me van a subir a la cabeza, pero en este punto estoy
hablando de mi relación conmigo misma)
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