Saturday, January 05, 2013

Mucho dulce de leche empalaga...?


Hace unos días hablaba con Guillermo (un adulto de mi misma edad con unas responsabilidades bastante parecida a las mías) y él me contaba lo difícil que se le hacía encontrar un espacio para él mismo y que se sentía como uno de esos “malabarista de platitos chinos” (así se describió textualmente), sin posibilidad de parar ni por un segundo con todos sus “malabares” simplemente para descansar y continuar con su ajetreada tarea.

Desgraciadamente para mi, conozco esa sensación y en virtud que tenía un día un tanto más descansado, no me costó desplegar mi larga lista de lo que para mi son “espacios personales”, deporte, clases de música, asados con amigos, etc.…. Y así como quien no quiere la cosa y para terminar la conversación le digo, eso si, no hay que abusar porque como decía mi mamá “MUCHO DULCE DE LECHE EMPALAGA”.

En alguno de mis post anteriores conté un poco a cerca de las frases que “iluminaron” mi infancia y  pasé por esa oración recitada con tanta frecuencia y fina entonación por mi madre, con una liviandad en la que recién reparé al volver a usarla.

Lo cierto, es que esa sentencia iluminó mi norte infantil y adolescente como una brújula apuntando al norte y si bien de alguna manera, me mantuvo alejada de muchos de los problemas característicos de la juventud……lo cierto es que visto a la distancia me generaron algunas otras dificultades.

Una de las más notorias es mi incapacidad casi natural (y digo casi porque fue adquirida) para el disfrute. Tengo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para aprovechar lo “bueno” que ofrece la vida, pues me aterroriza la posibilidad de excederme en dicho disfrute, como si algo terrible fuera a pasarme por el simple hecho de estar en una situación que no sea producto de una obligación. Eso hace que me esfuerce de manera denodada en encontrar algo adverso en esa situación para poder boicotearlo y no llegar al “empalago?”

Pero ahora me pregunto, que es lo tan terrible del empalagarse? ….y acá me asalta la imaginaria cara de asombro que usa Betina (mi terapeuta) por mi facilidad para encontrar paralelismos entre cualquier cosa que sucede en la vida y mi mala relación con la comida. Así es  con la dieta, un mínimo desliz, por pequeño que sea me hacen querer tirar todo por la borda (de hecho ya lo hice algunas veces). Eso hizo que  con relación a la dieta empezara a practicar la flexibilidad, el poder desviarme un poquito del régimen estricto y poder retomarlo. Lo mismo me sucede en otros órdenes de la vida pues permitirme un recreo es una tarea titánica .Y no te cuento, si encima tenés hijos manipuladores como los míos que se suman a tu propio dilema interno con frases como “que ahora te vas y me vas a dejar solito?”, un auténtico Marco´s dixit una de las pocas veces que decido a cenar con amigas.

En definitiva no es ni más ni menos que  un problema de límites, las cosas difíciles o rutinarias, se imponen como límite de manear natural, terminan en un punto. Así, por ejemplo, uno trabaja de 9 a 18 hs., de lunes a viernes. En cambio en las situaciones de disfrute el límite lo tiene que poner uno y ahí, justo ahí es donde la cosa se me complica (cuantas horas seguidas de programas de chimentos podría ver sin parar?). Evidentemente me cuesta tanto poner límites, que simplemente prefiero no exponerme a tener que ponerlos (si mis hijos leen esto se me van a subir a la cabeza, pero en este punto estoy hablando de mi relación conmigo misma)


Lo cierto es que mi madre se llevó a la tumba el secreto de la frase pues no me dio la dosis exacta del mucho que llega a empalagar…….de esa manera hubiera sido más fácil mantenerme dentro de los “límites” aceptables (para ella al menos) del disfrute, del auto consentimiento. Así que como tantos otros misterios familiares, no me quedará más remedio que seguir experimentando a ojo (como con la receta de la empanada de raxo de Margarita) con lo cual el resultado es incierto, así sienta toda la culpa del mundo por probar sólo una cucharadita

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