"Ascensores para rubias" (lo que ni Ricitos de oro soñó)
Resulta
que cuando mi madre era chica, debió soportar el mote de “lavandina” debido al
color celeste de sus ojos y el cabello rubio, combinado con la palidez de su
piel. A consecuencia de ello, al momento de quedar embarazada (primero de mi y
luego de mi hermano) deseó que sus pequeños retoños, no tuvieran tan “mala”
combinación, y le pidió a Dios que fuéramos morochos de ojos claros (eso era
prácticamente imposible) o rubios de ojos oscuro y Dios … la oyó. Así fue que
llegamos a este mundo Luis y yo, compartiendo la misma combinación genética de
cabello claro y ojos oscuros.
En
virtud de que mi mamá no veía ninguna ventaja, ni beneficio en el color del
pelo, es que fui criada sin darle mayor importancia al asunto. Si a eso le
suman que en la medida en que fui creciendo mi progenitora inclusive me llegó a
convencer de que yo tenía el “tipo de pelirroja” por la cantidad de pecas que
ostento (ahora orgullosamente, antes no)…puede producir un resultado es
nefasto: una rubia con complejo de pelirroja... con ojos oscuros (pero intensos
como los “fueguitos de Galeano”, eso corre por mi cuenta).
No
obstante todo lo anterior a lo largo de los años ni una sola vez cambié mi
color de pelo, y no reparé hasta hace poco tiempo en la connotación de tontera
que suele acompañar a esta característica física. Quizás sea por eso que jamás
me molestó el concepto de rubia tonta, porque soy de las personas que prefieren
ser subestimada y sorprender, que ser sobreestimada y defraudar (sale un
combo perfecto para mi próxima sesión de terapia). Es así que con el paso del
tiempo, no sólo dejé que este concepto creciera, sino que comencé a divertirme
con la asociación “blonda = descerebrada”, inclusive fomentándolo desde el
humor, al punto que cuando me equivoco suelo decir “bueno, no se me puede pedir
mucho … soy rubia” .
Pero
todo tiene un límite, y he aquí lo que
sucedió hoy.
En un
edificio público en el microcentro, mi amiga Paula y yo debíamos ser
“custodiadas” (por un oficial?) hasta una oficina en el quinto piso y para mi
gran sorpresa, cuando entramos en el ascensor el mismo profiere un “Buenos
días” lacónico y metálico. Miro a mi compañera y le digo, viste que ascensor
tan amable? Pau se ríe y yo acoto, mirá
además de saludar nos va contando en los pisos en los cuales va parando, por si
no sabemos leer. Ni que hablar de cuando dice subiendo o bajando……como si no
nos pudiéramos dar cuenta de lo que sucede.
Llegando
al quinto piso, en lo que pareció un viaje eterno, miro de reojo a nuestro
custodio y digo “menos mal que se hicieron estos ascensores para rubias,
imaginate si no existieran, me la pasaría el resto de mi vida en él……….el pobre
marinero no pudo contener la poca compostura que le quedaba y nos pusimos a
reír los tres, una manera magistral de llegar a una reunión importante.
Todo
esto me lleva a conjeturar, viéndolo desde el lado de las que sin casarse con
ellos, son las preferidas de los hombres, que en lo personal prefiero
equivocarme de piso a que un objeto inanimado me hable……..aunque solo sea para
poder disimular mi propia estupidez.